Luz Peuscovich

Todas tus instalaciones están creadas a partir de objetos de la naturaleza que recolectás durante viajes por diferentes partes del país y del mundo. ¿Podrías contarnos cómo son esos viajes?

Cada viaje tiene su particularidad, pero el trabajo se centra siempre en una búsqueda personal de conectar con la naturaleza y de aprovechar lo que nos da. Reconectar con un territorio. Hay algo en la naturaleza que funciona como un lenguaje universal, algo que nos toca a todos.
Es ir a lo más básico y muchas veces esta búsqueda tiene que ver con volver a la infancia. Me ha pasado miles de veces que las personas entran a una de mis instalaciones y se encuentran con objetos de la naturaleza que los transportan a su niñez. Cuando eras niño te llamaban las chicharras y las juntabas, pero de grande te empezaron a dar asco y las olvidaste. Mi obra genera un contexto que lleva a conectar esos pequeños cablecitos que quedaron perdidos.

¿Cuál es el rol que juegan las personas?

En este último tiempo empezaron a aparecer los humanos de diferentes maneras en mi obra. En unos días me voy a hacer una residencia con una comunidad, los Guna Yala, que viven en unas islas de Panamá. Esta tribu está totalmente vinculada con la naturaleza, para ellos es todo. Pero, al mismo tiempo, el agua está subiendo por el calentamiento global y de acá a 100 años las islas donde viven van a desaparecer. Ellos saben que se van a tener que ir al continente y que ello implica transar con el gobierno. Es muy posible que ese traslado signifique la pérdida de su cultura. Este es un contexto muy fuerte porque es político y concierne a los humanos y a la naturaleza. Me flashea cómo salgo a juntar cositas y de repente me encuentro con esas realidades en cada lugar. Cada viaje te lleva a descubrir un territorio, su población y su realidad particular.

Esto está relacionado con una primera fase, que es la del viaje y la recolección. Después viene el armado, la construcción…

La construcción es un trabajo largo, arduo y repetitivo. Es como un mantra. Pongo música y repito la misma acción un montón de veces mientras voy probando cosas e improvisando con los objetos y la iluminación. Pienso en patrones que se repiten y que hacen que todo se vea ordenado. La idea de lo envolvente es lo que me importa. Es un flash más arquitectónico, tiene que ver con jugar con las formas y buscarle un significado a lo que está pasando. La estructura está diseñada en función del espacio y es la parte más simbólica de la obra. Es donde se juega el sentido. En general, en todas las obras el diseño de la estructura y el nombre son lo primero que aparece, porque de allí sale el concepto. Después, con qué la voy a construir tiene que ver con la recolección. El cambio de contexto es todo. Hay objetos que salís a dos pasos de la galería y están, pero sin embargo la gente se sorprende con ellos.

¿Por qué está todo atado?

Tiene que ver con mi visión de la vida. Estudié astrología muchos años y eso imprimió en mi cerebro una forma de percibir el mundo que está basada en la idea de red de vínculos. Todo esta interconectado en el universo. Todas las personas, plantas y animales que están alrededor nuestro son parte de nosotros. Hoy en día estamos hiperconectados pero desvinculados. Si lo pensamos como estructuras, hay que salir de la pirámide y entrar en la geodésica (una esfera construida por triángulos), comprender que solos en el mundo no somos nada.

¿Tu obra funciona como una invitación a recuperar los vínculos básicos?

La obra es producto de una experiencia personal y un proceso interno que sale como un vómito. El resultado siempre me sorprende a mí misma y me hace dar cuenta de cosas nuevas. Si la persona que lo va a ver se da cuenta de eso no sé si es tan importante como la posibilidad de que el objeto le genere algo que sea propio. Muchas veces el texto o decir algo más no me es tan relevante como la experiencia sensorial y física que puede tener una persona ligada a la belleza, a la exploración y a la sorpresa que le generan los objetos con los que se puede encontrar. La experiencia que tiene una persona dentro de sí misma es incontrolable.